Nadie dijo que liderar un país fuera fácil. Ocupar el cargo más poderoso de una nación no sólo te coloca en el punto de mira de millones de ciudadanos, en el ojo del huracán de todas las controversias y en la amenaza constante de la crítica oposición, sino que además supone un vaivén de emociones que se filtran a través del lenguaje no verbal e impregnan la comunicación en cada aparición pública.

Priscila González explica en Diario de Aviso que en política, como en muchos otros ámbitos, todo comunica.

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